domingo, 10 de noviembre de 2013




COMIENZA LA TEMPORADA OTOÑO-INVIERNO, II


APLAUDAMOS A LOS INTRANSIGENTES Y MATEMOS A LOS SENSATOS (LA SEGUNDA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL. UNA APROXIMACIÓN)



¿Exagerado? Veamos lo que dice Gabriel Jackson en su libro “La república española y la guerra civil”:

Gil Robles hizo caer al gobierno en marzo por su negativa a aceptar la conmutación de las sentencias de muerte contra los dirigentes asturianos, la prensa monárquica lo alabó por su intransigencia. A principios de mayo la CEDA volvió a formar parte del gobierno, esta vez con el propio Gil Robles como ministro de Guerra, mientras los monárquicos le acusaban de traición por haber “aceptado” la república.

Bien. Vamos por partes… ¿Quieres eran los dirigentes cuyas condenas Gil Robles no quería conmutar? ¿Peligrosos revolucionarios, asesinos despiadados de curas indefensos? No. Eran dos diputados socialistas que si se habían destacado en los sucesos de Asturias era por todo lo contrario, por su humanidad, por su moderación, por su prudencia. González Peña, como miembro del comité revolucionario que se formó cuando los mineros y obreros sublevados tomaron Oviedo, se encargó, con grave riesgo personal, de evitar las ejecuciones de detenidos, de tratar de convencer a sus camaradas de la necesidad de una rendición pactada (por lo que fue acusado de cobardía y casi condenado a muerte por sus propios compañeros) y de impedir que los mineros volaran la catedral con la dinamita que habían traído de las minas. Él mismo dijo en su defensa que “Había salvado la vida a cien guardias de asalto y guardias civiles” y era cierto, si bien pese a todo hubo algunos fusilamientos de curas y policías, pero muchos menos de los que la propaganda de derechas hizo creer. Teodomiro Menéndez había tenido un papel más reducido: su único delito había sido intervenir en la defensa y protección de los detenidos por los revolucionarios, logrando que algunos de ellos fueran trasferidos a casas particulares “en calidad de detenidos”, pues pensó que allí estarían más seguros, como de hecho así era. Por todo esto el gobierno de Lerroux y Gil Robles ( y sobretodo el tribunal militar que los juzgó) los consideraba tan peligrosos y culpables como el más peligroso y culpable de los revolucionarios. Para las derechas españolas no había ninguna diferencia entre intentar salvar a un cura o un policía, evitar incendios, destrucciones, violaciones y saqueos y hacer todo lo contrario. Ambos delitos merecían la misma pena. 
(...)

(PRÓXIMAMENTE EN JOTDOWN)